El
problema está en que no existen palabras o descripciones: no hay
lenguaje para ciertas cosas. Si sé que la respuesta oscila entre el
odio y la melancolía, entre el deseo de hablarle y el de callar para
siempre.
Una que otra vez miré la ventana y miré las estrellas. Miré la luna que
permanecía inerte y fantasee una carta perdida en mi casa. El sobre
viajaba por debajo de la puerta, frenaba junto a mis pies y leía las
iniciales del remitente .. Dentro decía cosas, palabras,
símbolos que hoy sé que nunca quisiste que comprendiera. Una vez
más pensé en morir por vos. Increíble que lo haya pensado.
Increíble, al menos, haberlo pensado. Era para hacer todo lo que mi
cuerpo me pedía, gritar, llorar, insultarte, quemar mis cosas y las
tuyas, volverme loca solo para poner un punto final. En fin, ahora entiendo
esa relación indispensable entre amor-muerte.
No
sé si esas noches pensaste en mi, si aún recordas aquellas cosas que
escribiste en dos cartas impecables, con tu aroma y el doblado típico
de quien en su vida no ha escrito cartas anteriores, dos cartas tan
.. vos. No sé si todavía te hierve la sangre como cuando
empujábamos el pecho para dejar de querernos. El tiempo me enseño
que no es tan importante saberlo, que hay cosas que están más cerca
y requieren atención. Mi casa vacía, mis manos no sienten, nadie
lee mis cartas, mis escritos sin mi lector preferido, mis piernas que
durante noches estuvieron tiritando de miedo, mi alma tan vacía .. tan vacía de
vos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario